PEÑA LA RINCHA
   
  AJAMIL DE CAMEROS
  Saludos cameranos
 

ESTEBAN OCA Y MERINO

 

                                                              A MI TIERRA

 

 

 

¡CAMEROS! Palabra mágica, cuyos sonidos vibran con penetrante intensidad en el corazón de todos los que hemos nacido en los valles del Leza y del Iregua, conmoviendo las fibras del cariño y evocando aquellos poéticos años, ¡que ya no volverán!, de nuestra pasada infancia.

Es nuestra patria chica: en ella está el lugar, la casa en que vinimos al planeta.

En las paredes de esa casa quedaron grabados los vagidos que anunciaron nuestra existencia en la familia; en aquellas habitaciones está todavía para nosotros el primer ambiente que nuestros pulmones respiraron; por los vidrios de aquellas ventanas penetraron los rayos primeros de luz que hirieron nuestras pupilas.

En aquella casa, nuestros padres bendijeron nuestra venida, y rindieron por nosotros gracias fervorosas al Ser Supremo; allí recibimos su entrañable amor y sus incesantes desvelos; allí, tendidos en el halda maternal, imprimió sobre nosotros sus cariñosos ósculos el sol hermoso que alegraba nuestra vivienda; allí vivimos los años dorados de nuestra risueña primavera.

Allí jugueteamos con nuestros hermanitos; allí aprendimos a rendir culto al Creador, abriéndose el corazón a la religión y a la virtud; allí moraron, y allí vivieron los autores de nuestro ser.

¡Casa sagrada! Tú nos recuerdas los objetos más queridos, el periodo más dulce de la vida. Si algún día tus paredes se derrumbasen, aun tus ruinas serían benditas: tus escombros melancólicos despertarían siempre los más entrañables recuerdos.

Y aquel pueblo en que está enclavada la casita que nos albergó, ¿qué bellezas para nosotros no atesora?

¡Cuántas veces hemos escuchado la célica armonía de aquella música encantadora que, con sus arpadas lenguas, dirigían al Omnipotente, como saludo matutino, los pequeños y pintados pajarillos, en las alamedas del río y en el campo, en la selva y en los solitarios matorrales!

Aquella campana que despertaba a los fieles con el toque de la oración; aquella iglesia donde, con inmaculada inocencia y fe firme y virginal, rendimos los cultos primeros y celebramos, con envidiable entusiasmo y fervor, los sublimes misterios del cristianismo; aquella escuela donde triscamos; aquellas afueras donde discurrimos; aquellos prados donde tras las mariposas volamos; aquellas espesuras donde a las canoras avecillas buscábamos, criminalmente, el escondido tesoro de sus nidos; aquellos campos, encanto de la primavera y delicias del estío; hasta aquellas eminencias alfombradas de espesa y blanca nieve en el invierno;…aquellos amigos con quienes nos divertíamos; … aquellos ancianos a quien con respeto venerábamos; aquel inolvidable Mentor que nos inició sabiamente en el camino de la vida;…aquel cementerio  en que reposan los venerados restos de nuestros antepasados;…todos, todos esos grandes recuerdos fecundaron nuestra alma, formando con ella una sola, una misma naturaleza inseparable.

Con ella crecieron, con ella viven, ¡con nosotros morirán!

Montañas de Cameros, patria mía primitiva, teatro de mis expansiones infantiles, testigos de mis más felices años; cuna, solar noble de hijos sobrios, honrados y laboriosos: yo os saludo con toda la efusión del alma camerana.

                        

                          X: 1º de marzo de 1913.

 

                                                                                                                          Un ausente.

 

 
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